¿Me consideras un hombre culto y leído?
Sin duda replicó Zigong. ¿No lo eres?
En absoluto dijo Confucio Tan sólo he agarrado el hilo que enlaza el resto. Hacia el final del segundo milenio de la era cristiana, varios acontecimientos de trascendencia histórica han transformado el paisaje social de la vida humana. Una revolución tecnológica, centrada en torno a las tecnologías de la información, está modificando la base material de la sociedad a un ritmo acelerado. Las economías de todo el
mundo se han hecho interdependientes a escala global, introduciendo una nueva forma de
relación entre economía, Estado y sociedad en un sistema de geometría variable.
El derrumbamiento del estatismo soviético y la subsiguiente desaparición del movimiento comunista internacional han minado por ahora el reto histórico al capitalismo, rescatado a la izquierda política (y a la teoría marxista) de la atracción fatal del marxismoleninismo, puesto fin a la guerra fría, reducido el riesgo de holocausto nuclear y alterado de modo fundamental la geopolítica global. El mismo capitalismo ha sufrido un proceso de reestructuración profunda, caracterizado por una mayor flexibilidad en la gestión; la descentralización e interconexión de las empresas, tanto interna como en su relación con otras; un aumento de poder considerable del capital frente al trabajo, con el declive concomitante del movimiento sindical; una individualización y diversificación crecientes en las relaciones de trabajo; la incorporación masiva de la mujer al trabajo retribuido, por lo general en condiciones discriminatorias; la intervención del estado para desregular los mercados de forma selectiva y desmantelar el estado de bienestar, con intensidad y orientaciones diferentes según la naturaleza de las fuerzas políticas y las instituciones de cada sociedad; la intensificación de la competencia económica global en un contexto de creciente diferenciación geográfica y cultural de los escenarios para la acumulación y gestión del capital. Como consecuencia de este reacondicionamiento general del sistema capitalista, todavía en curso, hemos presenciado la integración global de los mercados financieros, el ascenso del Pacífico asiático como el nuevo centro industrial global dominante, la ardua pero inexorable unificación económica de Europa, el surgimiento de una economía regional norteamericana, la diversificación y luego desintegración del antiguo Tercer Mundo, la transformación gradual de Rusia y la zona de influencia ex soviética en economías de mercado, y la incorporación de los segmentos valiosos de las economías de todo el mundo a un sistema interdependiente que funciona como una unidad en tiempo real. Debido a todas estas tendencias, también ha habido una acentuación del desarrollo desigual, esta vez no sólo entre Norte y Sur, sino entre los segmentos y territorios dinámicos de las sociedades y los que corren el riesgo de convertirse en irrelevantes desde la perspectiva de la lógica del sistema. En efecto, observamos laliberación paralela de las formidables fuerzas productivas de la revolución informacional y la consolidación de los agujeros negros de miseria humana en la economía global, ya sea en Burkina Faso, South Bronx, Kamagasaki, Chiapas o La Courneuve.
De forma simultánea, las actividades delictivas y las organizaciones mafiosas del mundo
también se han hecho globales e informacionales, proporcionando los medios para la estimulación de la hiperactividad mental y el deseo prohibido, junto con toda forma de
comercio ¡lícito demandada por nuestras sociedades, del armamento sofisticado a los cuerpos humanos. Además, un nuevo sistema de comunicación, que cada vez habla más un lenguaje digital universal, está integrando globalmente la producción y distribución de palabras, sonidos e imágenes de nuestra cultura y acomodándolas a los gustos de las identidades y temperamentos de los individuos. Las redes informáticas interactivas crecen de modo exponencial, creando nuevas formas y canales de comunicación, y dando forma a la vida a la vez que ésta les da forma a ellas. Los cambios sociales son tan espectaculares como los procesos de transformación tecnológicos y económicos. A pesar de toda la dificultad sufrida por el proceso de transformación de la condición de las mujeres, se ha minado el patriarcalismo, puesto en cuestión en diversas sociedades. Así,, en buena parte del mundo, las relaciones de género se han convertido en un dominio contestado, en vez de sor una esfera de reproducción cultural. De ahí se deduce una redefinición fundamental de las relaciones entre mujeres, hombres y niños y, de este modo, de la familia, la sexualidad y la personalidad. La conciencia medioambiental ha calado las instituciones de la sociedad y sus valores han ganado atractivo político al precio de ser falseados y manipulados en la práctica cotidiana de las grandes empresas y las burocracias. Los sistemas políticos están sumidos en una crisis estructural de legitimidad, hundidos de forma periódica por escándalos, dependientes esencialmente del respaldo de los medios de comunicación y del liderazgo personalizado, y cada vez más aislados de la ciudadanía. Los movimientos sociales tienden a ser fragmentados, localistas, orientados a un único tema y efímeros, ya sea reducidos a sus mundos interiores o fulgurando sólo un instante en torno a un símbolo mediático. En un mundo como éste de cambio incontrolado y confuso, la gente tiende a reagruparse en torno a identidades primarias: religiosa, étnica, territorial, nacional. En estos tiempos difíciles, el fundamentalismo religioso, cristiano, islámico, judío, hindú e incluso budista (en lo que parece ser un contrasentido), es probablemente la fuerza más formidable de seguridad personal y movilización colectiva. En un mundo de flujos globales de riqueza, poder e imágenes, la búsqueda de la identidad, colectiva o individual, atribuida o construida, se convierte en la fuente fundamental de significado social. No es una tendencia nueva, ya que la identidad, y de modo particular la identidad religiosa y étnica, ha estado en el origen del significado desde los albores de la sociedad humana. No obstante, la identidad se está convirtiendo en la principal, y a veces única, fuente de significado en un periodo histórico caracterizado por una amplia desestructuración de las organizaciones, deslegitimación de las instituciones, desaparición de los principales movimientos sociales y expresiones culturales efímeras. Es cada vez más habitual que la gente no organice su significado en torno a lo que hace, sino por lo que es o cree ser. Mientras que, por otra parte, las redes globales de intercambios instrumentales conectan o desconectan de forma selectiva individuos, grupos, regiones o incluso países según su importancia para cumplir las metasprocesadas en la red, en una corriente incesante de decisiones estratégicas.
De ello se sigue una división fundamental entre el instrumentalismo abstracto y universal, y las identidades particularistas de raíces históricas. Nuestras sociedades se estructuran cada vez más en tomo a una posición bipolar entre la red y el yo.
En esta condición de esquizofrenia estructural entre función y significado, las pautas de
comunicación social cada vez se someten a una tensión mayor. Y cuando la comunicación
se, rompe, cuando deja de existir, ni siquiera en forma de comunicación conflictiva (como
sería el caso en las luchas sociales o la oposición política), los grupos sociales y los
individuos se, alienan unos de otros y ven al otro como un extraño, y al final como una
amenaza. En este proceso la fragmentación social: se extiende, ya que las identidades se
vuelven más específicas y aumenta la dificultad de compartirlas. La sociedad
informacional, en su manifestación global, es también el mundo de Aum Shinrikyo, de la
American Militia, de las ambiciones teocráticas islámicas/cristianas y del genocidio
recíproco de hutus/tutsis.
Confundidos por la escala y el alcance del cambio histórico, la cultura y el pensamiento de
nuestro tiempo abrazan con frecuencia un nuevo milenarismo. Los profetas de la tecnología
predican una nueva era, extrapolando a las tendencias y organizaciones sociales la lógica
apenas comprendida de los ordenadores y el ADN. La cultura y la teoría posmodernas se
recrean en celebrar el fin de la historia y, en cierta medida, el fin de la razón, rindiendo
nuestra capacidad de comprender y hallar sentido, incluso al disparate. La asunción implícita es la aceptación de la plena individualización de la conducta y de la impotencia de la sociedad sobre su destino.
El proyecto que informa este libro nada contra estas corrientes de destrucción y se opone a
varias formas de nihilismo intelectual, de escepticismo social y de cinismo político. Creo en
la racionalidad y en la posibilidad de apelar a la razón, sin convertirla en diosa. Creo en las
posibilidades de la acción social significativa y en la política transformadora, sin que nos
veamos necesariamente arrastrados hacia los rápidos mortales de las utopías absolutas.
Creo en el poder liberador de la identidad, sin aceptar la necesidad de su individualización
o su captura por el fundamentalismo. Y propongo la hipótesis de que todas las tendencias
de cambio que constituyen nuestro nuevo y confuso mundo están emparentadas y que
podemos sacar sentido a su interrelación. Y, sí, creo, a pesar de una larga tradición de
errores intelectuales a veces trágicos, que observar, analizar y teorizar es un modo de
ayudar a construir un mundo diferente y mejor. No proporcionando las respuestas, que
serán específicas para cada sociedad y las encontrarán por sí mismos los actores sociales,
sino planteando algunas preguntas relevantes. Me gustaría que este libro fuese una modesta
contribución a un esfuerzo analítico, necesariamente colectivo, que ya se está gestando
desde muchos horizontes, con el propósito de comprender nuestro nuevo mundo sobre la
base de los datos disponibles y de una teoría exploratoria.
Para recorrer los pasos preliminares en esa dirección, debemos tomar en serio la tecnología,
utilizándola como punto de partida de esta indagación; hemos de situar este proceso de
cambio tecnológico revolucionario en el contexto social donde tiene lugar y que le da
forma; y debemos tener presente que la búsqueda de identidad es un cambio tan poderoso como la transformación tecno económica en el curso de la nueva historia. Luego, tras haber enunciado el proyecto de este libro, partiremos en nuestro viaje intelectual, por un itinerario que nos llevará a numerosos ámbitos y cruzará diversas culturas y contextos institucionales, ya que la comprensión de una transformación global requiere una perspectiva tan global como sea posible, dentro de los límites obvios de la experiencia y el conocimiento de este autor.